lunes, 26 de marzo de 2012

La problemática medición del crecimiento económico

El crecimiento económico es el incremento que se produce en la actividad económica de una zona (país o región) a lo largo de un periodo de tiempo. Para medirlo el indicador habitual que se utiliza es el Producto Interior Bruto (PIB). En este artículo explicaré como se calcula ese indicador y los problemas que ofrece a la hora de dar un imagen fiable de la realidad económica.



El calculo del Producto Interior Bruto

El PIB refleja el valor monetario de todos los bienes y servicios generados en una economía durante un periodo de tiempo. Para calcular dicho valor se utiliza el precio de venta, en aquellos productos y servicios destinados a la venta, o el coste monetario total de los servicios no destinados a la venta, como los servicios públicos. También es posible calcular el PIB desde la perspectiva del coste en lugar de la del precio de venta. En el primer caso (precios) se le denomina PIB a precios de mercado y, en el segundo (costes) PIB al coste de los factores. La medida que habitualmente ofrecen los medios de comunicación y sobre la que se hace la mayor parte de los análisis es el PIB a precios de mercado (PIBpm).

Dado que es habitual que en las economías se produzca inflación (o deflación), esto es, que los precios varíen durante un periodo de tiempo, el PIB puede aumentar o disminuir simplemente por el efecto de esa variación de precios durante un periodo. Si la medición que se utiliza no contempla el efecto de la inflación, se denomina PIB nominal. En caso de que el valor del PIB se haya ajustado a la evolución de los precios, el nombre que recibe es PIB real. Normalmente el dato que recibe más difusión y comentarios es el PIB nominal, esto es, sin considerar el efecto de la variación de los precios.

El PIB se puede calcular de tres formas diferentes: desde la perspectiva de la oferta (producción), desde la perspectiva de la demanda (gasto) o desde la perspectiva de las rentas generadas (distribución). Con independencia del método de cálculo el valor siempre es el mismo. Estas tres formas de cálculo diferenciado sirven para conocer con mayor detenimientos como se generan y como se distribuyen los bienes y servicios en la economía.


El cálculo del PIBpm, desde la perspectiva de la oferta (producción), se hace restando al Valor Añadido Bruto (valor final de la producción) generado por todos los sectores productivos, el valor de los Consumos Intermedios (compras y gastos necesarios para generar dicha producción) a lo que se añaden el valor de los Impuestos netos ligados a la producción e importación.

PIB = VA – CI + Imp. netos

Desde la perspectiva de la demanda, el PIB refleja la s actividades a las que se ha destinado el gasto de los residentes. En este caso, el cálculo se efectúa por la adición de tres grandes capítulos: Consumo (privado y público), Formación Bruta de Capital (inversión) y Sector Exterior (diferencia entre el valor de las Exportaciones y el de las Importaciones).

PIB = C + FBK + (X – M)

Por último, desde la perspectiva de la distribución del valor de la producción, el PIB se calcula sumando al valor de la Remuneración de los Asalariados (rentas del trabajo) el Excedente Bruto de Explotación (rentas de la propiedad y de la empresa, rentas mixtas e impuestos sobre renta y patrimonio) y el valor de los impuestos netos sobre la producción y las importaciones.

PIB = RA + EBE + Imp. netos



Los problemas de medición del PIB

Aunque el Producto Interior Bruto es el principal indicador que se emplea para medir la actividad económica de una economía dada, no deja de ser una aproximación con importantes limitaciones, tanto desde la perspectiva cuantitativa (medida) como desde la cualitativa, esto es, de la valoración que se hace de la medida y, en especial, de su evolución (crecimiento económico).

La primera limitación del PIB hace referencia a la evolución de los precios y de la población. Como comentaba antes, el valor de la producción de una economía puede variar simplemente porque aumenten los precios y, de una forma similar, las variaciones de la población pueden suponer variaciones en el nivel agregado del PIB que, aunque supongan un incremento real de la economía, no se derivan de una mejora en la actividad económica sino que, simplemente, son el efecto directo de una mayor población. Es cierto que existen soluciones técnicas para los dos problemas, sin embargo estas soluciones, a su vez, generan nuevos problemas de medición o son desconocidas por el público en general.

En el caso de los precios, la solución que se plantea es la de deflactar el valor nominal, esto es, tomar como referencia el valor del dinero en un periodo base y, con ese valor, recalcular del dato de PIB en cada periodo. Los deflactores que se utilizan son los indices de precios y aquí surge el problema. Primero, porque existen diferentes indices de precios (indice de precios al consumo, indice de precios industriales,...) y, segundo, porque la composición de cualquiera de los indices es fija y no se corresponde con la propia composición del PIB.

En cuanto a la población, la solución que se ofrece es calcular el PIB per cápita, esto es, dividir el valor del PIB entre la población total. En este caso, el valor que se obtiene si refleja el efecto de la población, aunque raramente vemos este dato reflejados en los medios de comunicación o en los discursos de los políticos. No obstante, es importe matizar que un mayor PIB per cápita no supone necesariamente una mejora del bienestar de los ciudadanos. El ejemplo que se utiliza siempre para aclarar este punto es el del pollo y los dos amigos. Si tenemos un pollo y somos dos, tocamos a medio pollo per cápita. Si al año siguiente tenemos dos pollo, hemos ascendido a un pollo per cápita pero ¿cómo ha mejorado nuestra situación?. Si el primer año, el primer amigo se come todo el pollo y el segundo sólo chupa las patas y la situación se mantiene el segundo año, estadísticamente la mejora ha sido importante, aunque cualitativamente vemos claramente que el segundo de los amigos no ha progresado mucho.

Siguiendo con los problemas de medición, existen múltiples actividades “económicas” que no se reflejan en el valor del PIB. Por un lado, estarían todas las actividades que se hacen de forma “sumergida” que, en el caso de España, se estiman en torno a un 20%-30% del valor actual del PIB; por otro, estarían fuera todas las actividades delictivas, lo que viene a suponer otro 25% adicional; y, finalmente, quedarían fuera todas aquellas actividades que, como en el caso de las tareas del hogar o el cuidado de niños y mayores, no se consideran formalmente como actividades económicas al no realizarse a cambio de una contraprestación monetaria cuantificable, con independencia del valor real de las mismas.

Por lo que respecta a la valoración que se hace del incremento del PIB (crecimiento económico) como indicador del aumento de bienestar de una sociedad, hay que precisar algunos aspectos que resultan, cuando menos, paradójicos. Algunos ejemplos paradójicos:

  • Si en una economía determinada los sueldos no se modifican, pero se incrementan las horas trabajadas, se producirá un aumento de la producción y, por consiguiente, aumentará el PIB, se producirá crecimiento económico y, por tanto, aumentará el bienestar. Por tanto, sueldos congelados con más horas de trabajo igual a mayor bienestar.
  • Si la administración decide comprar un nuevo helicóptero militar que cuesta el doble que un quirófano, entonces se produce un mayor aumento del PIB, mayor crecimiento económico y mayor bienestar. Por tanto, más tanques y menos quirófanos igual a mayor bienestar.
  • Si se produce un incendio forestal, se apaga, se limpia la zona y se repuebla con nuevos árboles se está generando mayor actividad económica, por tanto, el PIB aumentará, de nuevo tendremos crecimiento económico y mayor bienestar. Por tanto, incendios forestales igual a mayor bienestar.

El último ejemplo paradójico sirve, a su vez, para incidir sobre otros aspecto que el PIB no tiene en consideración. Esto es, la degradación medioambiental, la contaminación y el agotamiento de los recursos naturales. Al no considerarse esos aspectos, la cifra que el PIB ofrece del valor de una economía está falseada porque no considera las pérdidas (algunas irreparables) que se producen en el entorno y que, con toda seguridad, supondrán decrecimientos futuros.

Como conclusión, podemos decir que el PIB es un indicador aproximado del valor de la actividad económica pero que adolece de importantes limitaciones y severas contradicciones. Por lo cual, su valoración y, en especial, la valoración que se hace de su aumento en el tiempo (crecimiento económico) debe ser relativizada y, a la vez, debe ponerse en relación con otros indicadores de bienestar.
 
Luis A. Bermejo
Economista y miembro de ATTAC Murcia

jueves, 22 de marzo de 2012

La riqueza material puede crear pobreza humana

Comencemos con una imagen visual de lo que queremos transmitir: hoy día pasó a ser frecuente en todas partes del mundo, borrando diferencias sociales, ver a la gente enfrascada en la pantalla de su teléfono móvil olvidándose de todo lo que sucede a su alrededor. Para alguien de una época anterior, alguien de la década del 70 del siglo pasado por ejemplo, la escena sería incomprensible: multitudes de personas que no se hablan entre sí pero que están fascinadas con la imagen con que se "comunican" con otros virtuales. Esto lo podríamos ampliar con los datos que arrojó una reciente investigación hecha en algún país centroamericano: consultados varios cientos de jóvenes en relación a qué conducta seguirían si suena su teléfono móvil cuando están haciendo el amor, alrededor de un tercio respondió que, ¡por supuesto contestarían! Para ese observador de algunas décadas atrás, la respuesta podría parecer incomprensible: ¿se prefiere responderle a una máquina a hacer el amor? ¿Qué queremos decir con todo esto? Que la cultura del consumo de "cosas", si bien por un lado puede abrir nuevas e increíbles posibilidades, también puede estar al servicio de transformarnos en unos soberanos estúpidos. 

¿La humanidad es más "rica" ahora que hace 200, o 1.000, o 5.000 años? La pregunta puede dar para varios tomos de respuesta, o interminables miles de horas de discusiones (o muchísimos terabytes de almacenamiento de información, debería agregarse para estar acorde a los tiempos). 

¿Estamos más ricos porque disponemos cada vez más de bienes materiales? Esa podría ser una primera línea, y podríamos estar tentados de creer que sí. Pero la riqueza no tiene que ver tanto con la cantidad de "cosas" que hay para repartir, sino la forma en que se reparten. Un monarca de cualquier civilización de dos mil o tres mil años atrás sin dudas disponía de menos bienes materiales que cualquier asalariado de una ciudad industrializada moderna, pero en sus respectivos contextos es más rico el rey y no el trabajador. Y hoy, disponiendo de la cantidad fabulosa de bienes y servicios que existe (incluyendo allí una inconmensurable lista de "cosas" donde puede haber de todo: desde muñecas inflables de silicona hasta psicólogos para perros, etc., etc.) ¿realmente estamos más ricos? ¿Se es más rico por disponer de un teléfono celular que, en un tercio de casos, puede interrumpirnos al estar haciendo el amor? ¿Con qué criterios, entonces, medir la "riqueza"? Sin dudas, la tecnología va permitiendo mayores cuotas de comodidad en el diario vivir, pero de ahí a la riqueza resta un paso. 

Hoy, dada nuestra incorporada cultura mercantilista y de consumo extendido, tendemos a equiparar riqueza con provisión de bienes materiales: se es más rico cuantas más cosas se tienen. Pero el modelo de desarrollo que el capitalismo ha generado tiene una doble limitante que lo invalida: es injusto, y es insostenible.

Es injusto, aunque quizá con eso no estamos ante nada nuevo en la historia de la humanidad: todos los sistemas clasistas habidos hasta la fecha se han basado en la injustita social, en la diferencia de explotadores y explotados. En esto, el actual sistema no es novedoso. Hasta incluso podría decirse que el reparto de la renta es más "democrático" que en organizaciones precedentes. Si bien es cierto que en la actualidad el 6% de la población mundial posee el 59% de la riqueza total del planeta (agregando que el 98% de ese 6% de la población vive en los países del Norte), sin dudas hay un mayor porcentaje de seres humanos con acceso a bienes que lo que presentaron sociedades esclavistas, agrarias, donde sólo una reducidísima élite usufructuaba los excedentes del trabajo colectivo. Hoy, al menos teóricamente, cualquiera puede ascender en la pirámide social y llegar a ser un millonario. Aunque parezca mordaz decirlo así, ya no es un solo monarca, o una selecta clase sacerdotal la que monopoliza la gran mayoría de los productos que crea la sociedad; hoy, con el capitalismo, amplias masas tienen acceso a sinnúmero de cosas. Insistamos con el ejemplo: cualquier trabajador urbano hoy puede tener lavadora de ropa o un horno de microondas (y también la muñeca inflable, o mandar su perro a un psicólogo canino), cosas que seguramente no tenía el faraón egipcio o el emperador inca tiempo atrás. ¿Es más rico por eso?

De todos modos, esa repartición más "democrática" de nuestro actual capitalismo sigue siendo muy injusta: mientras a unos pocos les sobra todo, a grandes mayorías les falta casi todo. Con el desarrollo contemporáneo de la productividad -esto está dicho hasta el hartazgo- sobrarían alimentos para toda la población planetaria (se produce aproximadamente un 50% más de lo necesario); pero paradójicamente el hambre es el principal motivo de muerte (un muerto cada siete segundos a escala planetaria). Mientras muchísima gente en el mundo no tiene alimento, ni acceso a agua potable, ni educación elemental, en los países opulentos se gastan cantidades inimaginables en cosas superfluas o cuestionables: 8.000 millones de dólares anuales en cosméticos en Estados Unidos, 11.000 millones en helados en Europa, 35.000 millones en recreación en Japón, 17.000 millones en alimento para mascotas en Europa y Estados Unidos, 600.000 millones en drogas ilícitas en todo el globo, sin hablar de las lícitas (el segundo medicamento más vendido en el mundo son las benzodiacepinas: los tranquilizantes menores), más de un billón de dólares en armamentos. ¿Es más rico el habitante del Norte que puede gastar mensualmente para su mascota hogareña más de lo que un pobre del Sur no consume en todo un año? ¿Es más rico quien dispone de tres teléfonos celulares que quien se sigue comunicando por medio de tambores? ¿Es más rico quien compra las camisas por docenas que quien elabora su ropa artesanalmente con el telar de cintura?

Repitámoslo: es muy pobre considerar la riqueza a partir de la sumatoria de cosas disponibles en el mercado (bienes materiales y servicios varios). Como se dijo más arriba: ese modelo de desarrollo es tremendamente pobre porque, además de su injusticia estructural, es insostenible en términos prácticos. La humanidad toda no puede repetir las pautas de consumo que han establecido los "ricos" del norte: los recursos naturales no dan para ello. Además ese modelo es tremendamente dañino, agresivo para el medio ambiente, y por tanto para los seres que ahí vivimos. La cultura del petróleo, del plástico y de la industria depredadora a largo plazo crea más pobreza que riqueza. La riqueza concebida como suma de objetos es posible sólo para un grupo de la humanidad; si toda la población planetaria repitiera los modelos de los grupos privilegiados, la Tierra colapsaría en un santiamén.

Estamos así ante una tragicómica paradoja: lo que se presenta como el máximo de riqueza: la sociedad del hiper consumo, añeja en su seno la más grande pobreza humana, ética. Si la riqueza generada por la especie humana no sirve a toda la especie humana, ¿es riqueza? ¿Puede hablarse legítimamente de riqueza si ella asienta en el hambre de su verdadero productor: el que trabaja? ¿Puede ser rico un modelo industrial que hoy produce escasez de agua y cáncer de piel para el mediano plazo?

Por otro lado -cuestión no menos importante- ¿cuál es la riqueza de disponer de una batería interminable de artículos materiales que los productores obligan a cambiar ciegamente con velocidad creciente a los consumidores por medio de los mecanismos de obsolescencia programada? ¿Se es más rico porque se compra un vehículo nuevo cada año, porque se tiene un televisor más grande cada año o porque los adornos del arbolito de navidad que se compran son más fascinantes cada temporada? 

El avance de la productividad humana es una buena noticia para la especie: nos permite niveles de vida cada vez más cómodos y seguros; pero el moderno modelo de desarrollo que ha impuesto el capitalismo en estos últimos dos siglos ha creado el mito de la riqueza como acumulación de cosas. Y eso, por lo que decíamos: por injusto y por depredador, en vez de ser sinónimo de riqueza es su contrario, es la más profunda pobreza humana (el ejemplo del teléfono celular sonando durante el acto amoroso podría ser su arquetipo).

"Los árboles no dejan ver el bosque" reza la sabiduría popular. Ello es aplicable al tema que cuestionamos: la parafernalia de "cosas" con que la sociedad capitalista llena necesidades -primarias o artificiosas-, esa declarada riqueza que el "progreso" ha traído, oculta la pobreza, la profunda pobreza que anida en su seno. Como dijo Jacques Lacan: "en el mundo moderno lo que falta es la falta". La felicidad está a cuenta de las cosas materiales que suplen todo (muñecas inflables de por medio). Pero ahí, en esa falsa sobreabundancia, estriba el problema: se ofrecen televisores con pantallas monumentales de altísima definición… ¿para ver una película de Hollywood? ¿Dónde está la riqueza? Se publicita el automóvil individual como la revolución de las comunicaciones… para luego tener un deterioro medioambiental que, de mantenerse el actual modelo de desarrollo, permite la vida sólo para un siglo más. ¿Esa es la riqueza? Los grandes poderes disponen de capacidades tan destructivas que, como dijo Einstein, "de darse una Tercera Guerra Mundial, la Cuarta será a garrotazos". ¿Eso es la riqueza? ¿Consiste acaso la riqueza en exhibir un reloj de oro o una tarjeta de crédito que permite comprar un supermercado completo junto a los famélicos que pululan sin destino? ¿Puede ser eso la riqueza en una civilización que se precia de ser cristiana y que habla de la caridad? 

Llegamos así a la paradoja que lo que el discurso del poder presenta como riqueza es, en esencia, tremendamente pobre. Si Homero Simpson, el personaje de la tradicional caricatura crítica de origen estadounidense, es el símbolo del ciudadano medio de un país "desarrollado", ¿dónde está la riqueza? Si llamamos ricas a las sociedades del Norte que cierran sus fronteras a los "sucios y forajidos" inmigrantes ilegales, ¿puede seguir hablándose con seriedad de riqueza en aquéllas? ¿Podemos decirse sin vergüenza que alguien sea rico porque puede dilapidar miles de dólares en un casino? ¿No es, en todo caso, patético lo que allí está en juego? ¿No es patético que se siga considerando que la riqueza se hace sobre la base de la explotación de otro? ¿Pueden considerarse ricos a seres humanos que desprecian a otros por su color de piel? Aunque lo digan exhibiendo su reloj de oro y después de haber gastado fortunas en una ruleta, ¿no es conmovedoramente pobre que suceda eso? Pobre en términos humanos, que es, en definitiva, lo único que importa. 

¿Y no es de la más aterrorizante pobreza humana que se nos quiera hacer creer a quienes no pensamos a favor de la corriente impuesta, que la riqueza es tener una tarjeta de crédito? 

Con el mundo moderno basado en la industria capitalista, si bien existe la posibilidad de dar un salto hacia la justicia universal teniendo en cuenta que la riqueza producida podría alcanzar para proveer seguridad y confort a la población toda del planeta, en tanto sigamos confinados por estos modelos de civilización mercantil y consumista, seguiremos en la más monstruosa pobreza humana. ¿No es enfermizamente pobre que esas minorías "ricas" hagan lo imposible, llegando a matar, torturar, usar armas de destrucción masiva, engañar y chantajear para mantener su riqueza consistente en esa interminable colección de "cosas" materiales? "A veces la guerra está justificada para conseguir la paz", pudo decir sin ninguna vergüenza el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos al recibir, paradójicamente, el Premio Nobel de la Paz en el 2009, el afrodescendiente Barack Obama. ¿Con qué autoridad moral pueden decir que se es rico porque se viaja en limusina? Ahí está la pobreza, la más abyecta pobreza, torpe e ignorante.

Probablemente una sociedad de la información, del conocimiento, una sociedad que nos libere de las ataduras animalescas del pobre consumismo torpe que hoy nos moldea, pueda entender que la riqueza no estriba en la sumatoria de cosas materiales. La tecnología no tiene la "culpa" de todo esto, obviamente: es el proyecto político que la implementa. Lo cual nos deja ver, con descarnado patetismo, que ese proyecto que beneficia a muy pocos no sirve a la humanidad en su conjunto. No queda, entonces, otra alternativa que cambiarlo.

Marcelo Colussi
Rebelión

La obsesión por el crecimiento económico

Actualmente estamos en lo que algunos economistas llamarían una fase contractiva del ciclo económico, otros recesión y otros, más pesimistas, depresión económica. Todos estos términos hacen referencia a la evolución del crecimiento económico, un concepto que se ha convertido en el objetivo central de las políticas económicas de gobernantes y, en gran medida también, de gobernados. Pero, ¿en qué consiste el crecimiento económico? Y ¿por qué es tan importante para una sociedad crecer en términos económicos?

La primera pregunta tiene una respuesta obvia, el crecimiento económico consiste en el crecimiento de la economía, esto es, en que la valoración que se hace del tamaño de una economía determinada aumente durante un periodo de tiempo dado. En cuanto a la segunda, el motivo fundamental por el que se prioriza el crecimiento se basa en la idea de que si la economía de un determinado país es cada vez mayor sus ciudadanos vivirán cada vez mejor, de lo que se deriva que a mayor crecimiento mayor bienestar para todos.

La medición del crecimiento económico se hace normalmente a través del Producto Interior Bruto. De este tema me ocuparé en otra entrada de este blog, por ahora me voy a centrar en los fundamentos del modelo de crecimiento y en valorar la importancia y la neutralidad del mismo.

La base del modelo de crecimiento es la función de producción: Y = f (K, L, R), dónde Y es el ingreso nacional, K es el stock de capital, L la mano de obra utilizada y R los recursos naturales disponibles. Existen diferentes formas de establecer esa relación pero el significado de todas ellas es que el valor de la producción de una determinada economía viene determinado por esos tres recursos: capital, trabajo y recursos naturales disponibles, que se pueden combinar de diferentes formas para conseguir aumentar el ingreso total y que, a su vez, son perfectamente sustituibles entre ellos. Es decir, que se puede conseguir que el ingreso nacional aumente porque aumente uno o varios de ellos o porque los que aumenten lo hagan en mayor medida que los que disminuyan. La clave del modelo está, por un lado, en esa sustitución casi perfecta de los factores y, por otro, en el establecimiento de ciertas condiciones que permitan mejorar la eficiencia con la que se utilizan los mismos.

La eficiencia depende de la capacidad de aumentar el tamaño de los factores y de poder convertir unos en otros, lo que se consigue a través de la generación de ahorro que se termina materializando en inversión. Un ejemplo para aclarar tanto factor: supongamos que en una economía dada aparece un nuevo recurso natural (p.e. Petroleo), para poder explotar dicho recurso es necesario realizar determinadas inversiones productivas y, a su vez, son necesarios recursos humanos que lleven a cabo el trabajo. Todo ello supone dinero que se obtendrá del ahorro disponible. De esta forma, si hay ahorro, éste se puede canalizar hacia la inversión y hacia la retribución de los trabajadores y, de esta forma, el nuevo recurso natural disponible termina generando un aumento del valor de la producción (del ingreso nacional). En caso de que no existiera ese ahorro disponible, el nuevo recurso no podría ser explotado y, por tanto, no se produciría ningún aumento del ingreso nacional.

Por tanto, la clave del modelo de crecimiento está en la capacidad de generar excedentes que puedan ser reinvertidos en el proceso y, de esta forma, asegurar un crecimiento permanente del ingreso nacional. Estos excedentes se generarán y, lo que es más importante, se reinvertirán siempre que exista una motivación por parte de los individuos para el ahorro, la inversión y la innovación. Ahora bien, ¿de qué depende dicha motivación? Aquí nos encontramos con la parte ideológica del modelo (o quizás antropológica), ya que dicha motivación depende de la percepción que tengan los individuos de poder obtener un beneficio económico personal que, a su vez, está directamente relacionada con la capacidad de asegurarse la propiedad de los resultados de su ahorro/innovación.

Por tanto, aunque formalmente el modelo de crecimiento económico no es más que una construcción teórico-científica, lo que subyace al mismo es una determinada concepción del ser humano que aparece en la mayoría de los modelos económicos. Lo que se conoce como el hommo economicus, un ser guiado exclusivamente por su interés personal y por la toma de decisiones racionales que le permitan mejorar su posición personal aunque sea a costa del beneficio colectivo.

Sería muy extenso debatir aquí sobre esa visión del ser humano. Por ahora me basta con aclarar que un modelo formalmente neutro no lo es tanto si tenemos en cuenta que se basa en una concepción ideológica-antropológica determinada. Lo que, a su vez, me permite enlazar con la otra pregunta que me hacía al inicio de esta entrada: ¿por qué es tan importante para una sociedad crecer en términos económicos?

Formalmente, el argumento que se ofrece para defender el crecimiento económico también es neutral y de fácil comprensión. Cuando una sociedad crece, dispone cada vez de más recursos y, por tanto, los miembros de la misma podrán solucionar mejor los problemas derivados de la escasez, consiguiéndose así la eliminación de la pobreza y de todos los males asociados a dicha escasez. En resumen, que si hay más, todos tocamos a más y, de esta forma, llegará un día en que todos tengamos lo necesario.

Mr. Smith
Aunque este argumento puede ser válido, resulta paradójico que, a la vez que se defiende que la base del crecimiento económico está en asegurar el beneficio individual, se asegure así mismo que la búsqueda de ese beneficio individual conduzca al beneficio colectivo. Aunque dicha paradoja no existe para los múltiples seguidores de Adam Smith y su famosa mano invisible.

Sin entrar a comentar la cuestionable mano del señor Smith, la idea de que el crecimiento económico solucionará los problemas de escasez tiene una derivada importante: la redistribución de la renta no es necesaria, ni eficiente. No es necesaria porque, con el tiempo, todo el mundo accederá a unos niveles admisibles. No es eficiente porque, en caso de que se produzca dicha redistribución, se producirían conflictos sociales, por la resistencia de los poderosos a distribuir sus beneficios, y, a la vez, se estaría desincentivando el ahorro, la inversión y, en definitiva, el componente egoísta que permite asegurar el beneficio social. A lo que se suele añadir que si la riqueza de unos se distribuye terminaría empobreciendo a todos, ya que los más ricos irían perdiendo un stock acumulado que lo irían devorando los más pobres a lo largo del tiempo.

Existen múltiples modelos que justifican la benevolencia del crecimiento económico frente a la redistribución de la renta, y viceversa. Pero, de nuevo, en la base de unos y otros, encontramos una determinada concepción del ser humano. Para aquellos que defienden una visión del hombre como un competidor egoísta que sólo busca su propio beneficio, los modelos de crecimiento se ajustan a la perfección. Por contra, para aquellos que tienen una visión del ser humano como colaborador altruista, los modelos de redistribución conducen siempre a mayores niveles de bienestar social e individual.

Como conclusión, podemos decir que el modelo de crecimiento económico no es más que una formulación teórica, aparentemente neutral, que busca conseguir el mayor bienestar social para un determinado sujeto: aquel que adopta decisiones racionales que le permiten asegurarse un mayor bienestar individual aún a costa del bienestar de los otros. Y, si atendemos a los resultados que ha producido este modelo en los últimos 30 o 40 años, podemos decir que el modelo funciona ya que la acumulación del ingreso y la riqueza de los más ricos no ha parado de crecer en este periodo a costa de crear las mayores tasas de desigualdad conocidas en la historia. Por ahora basta por incitar a la reflexión individual sobre qué clase de persona eres y cuales son tus motivaciones. De esta forma, querido lector, podrás saber con claridad si el modelo de crecimiento económico es el tuyo o no y, a la vez, según como veas a tus semejantes, podrás enjuiciar mejor sus beneficios para el conjunto de la sociedad.
 
Luis A. Bermejo.
Economista y miembro de Attac Murcia 
 

lunes, 12 de marzo de 2012

ATTAC ALTERECONOMÍA. Espacio de Economía Crítica. TALLER:" LA ALTERNATIVA DEL DECRECIMIENTO"






ATTAC ALTERECONOMÍA
Espacio de Economía Crítica



TALLER: LA ALTERNATIVA DEL DECRECIMIENTO
Viernes, 16 de marzo. 19:00 – 21:30
CSA Al Trajín 
(c/ Alcalde Juan López Somalo,1. Murcia)
Asistencia libre

Coordinador. Luis A. Bermejo
(Economista y miembro de Attac) 
Organiza: Attac Murcia y Centro de Estudios 15M


Programa:
19:00 Exposición: Panorámica actual de la economía española (recesión y desempleo).


El objetivo de la exposición es aportar a los asistentes un conocimiento básico sobre conceptos económicos de uso habitual y, a la vez, presentar una panorámica de la situación económica actual.


Contenidos: Introducción al concepto de crecimiento económico, medido a través del PIB; agregados que componen el PIB; situación actual, evolución en los últimos años y expectativas futuras; relaciones entre crecimiento económico, déficit público, endeudamiento y desempleo; y otros indicadores de bienestar.


20:00 Debate sobre alternativas: La opción por el decrecimiento.


El objetivo es fomentar entre los asistentes la reflexión sobre los límites del modelo de crecimiento y el debate sobre los problemas y oportunidades de la opción por el decreciiento.


Contenidos: breve exposición sobre los límites del crecimiento económico e introducción del concepto de decrecimiento. Debate abierto entre los asistentes.


21:00 Cierre de la sesión y presentación de conclusiones.




ATTAC ALTERECONOMÍA
¿Entendemos la economía? ¿Sabemos el significado de los conceptos económicos con que nos bombardean desde los medios de comunicación? ¿Podemos argumentar, en términos económicos, a los políticos y expertos? ¿Queremos formular críticas y alternativas desde el desconocimiento?.
En nuestra sociedad, la economía se ha apoderado de espacios que no le pertenecen. A pasado de ser un saber experto a convertirse en el elemento central que legitima determinadas visiones y concepciones sociales. Sin embargo, la mayoría de los ciudadanos desconocen el significado de los conceptos económicos con los que se construyen argumentos y críticas dedicándose a repetir ideas,términos y teorías que han escuchado a otros y que, en la mayoría de los casos, ni siquiera comprenden.


La economía no es un campo árido e inaccesible para los ciudadanos en el que sólo unos pocos expertos pueden opinar con “conocimiento”. Más bien es una construcción simple que, tras términos aparentemente complejos, enmascara ideologías y su estrategías de actuación en lo político y lo social que permitan el control de lo público sin la oposición de aquellos, que carecen de la capacidad de respuesta en el mismo “lenguaje”.


La visión de que la ciudadanía debe empoderarse desde el conocimiento crítico de la realidad y las alternativas al modelo económico existente ha llevado a ATTAC Murcia a la creación de Attac Altereconomía, un espacio de economía crítica, dirigido a la formación en economía y a la presentación y debate de alternativas al modelo actual.