Actualmente estamos en lo que algunos
economistas llamarían una fase contractiva del ciclo económico, otros
recesión y otros, más pesimistas, depresión económica. Todos estos
términos hacen referencia a la evolución del crecimiento económico, un
concepto que se ha convertido en el objetivo central de las políticas
económicas de gobernantes y, en gran medida también, de gobernados.
Pero, ¿en qué consiste el crecimiento económico? Y ¿por qué es tan
importante para una sociedad crecer en términos económicos?
La
primera pregunta tiene una respuesta obvia, el crecimiento económico
consiste en el crecimiento de la economía, esto es, en que la valoración
que se hace del tamaño de una economía determinada aumente durante un
periodo de tiempo dado. En cuanto a la segunda, el motivo fundamental
por el que se prioriza el crecimiento se basa en la idea de que si la
economía de un determinado país es cada vez mayor sus ciudadanos vivirán
cada vez mejor, de lo que se deriva que a mayor crecimiento mayor
bienestar para todos.
La medición del crecimiento
económico se hace normalmente a través del Producto Interior Bruto. De
este tema me ocuparé en otra entrada de este blog, por ahora me voy a
centrar en los fundamentos del modelo de crecimiento y en valorar la
importancia y la neutralidad del mismo.
La base del modelo de crecimiento
es la función de producción: Y = f (K, L, R), dónde Y es el ingreso
nacional, K es el stock de capital, L la mano de obra utilizada y R los
recursos naturales disponibles. Existen diferentes formas de establecer
esa relación pero el significado de todas ellas es que el valor de la
producción de una determinada economía viene determinado por esos tres
recursos: capital, trabajo y recursos naturales disponibles, que se
pueden combinar de diferentes formas para conseguir aumentar el ingreso
total y que, a su vez, son perfectamente sustituibles entre ellos. Es
decir, que se puede conseguir que el ingreso nacional aumente porque
aumente uno o varios de ellos o porque los que aumenten lo hagan en
mayor medida que los que disminuyan. La clave del modelo está, por un
lado, en esa sustitución casi perfecta de los factores y, por otro, en
el establecimiento de ciertas condiciones que permitan mejorar la
eficiencia con la que se utilizan los mismos.
La eficiencia depende de la
capacidad de aumentar el tamaño de los factores y de poder convertir
unos en otros, lo que se consigue a través de la generación de ahorro
que se termina materializando en inversión. Un ejemplo para aclarar
tanto factor: supongamos que en una economía dada aparece un nuevo
recurso natural (p.e. Petroleo), para poder explotar dicho recurso es
necesario realizar determinadas inversiones productivas y, a su vez, son
necesarios recursos humanos que lleven a cabo el trabajo. Todo ello
supone dinero que se obtendrá del ahorro disponible. De esta forma, si
hay ahorro, éste se puede canalizar hacia la inversión y hacia la
retribución de los trabajadores y, de esta forma, el nuevo recurso
natural disponible termina generando un aumento del valor de la
producción (del ingreso nacional). En caso de que no existiera ese
ahorro disponible, el nuevo recurso no podría ser explotado y, por
tanto, no se produciría ningún aumento del ingreso nacional.
Por tanto, la clave del modelo de
crecimiento está en la capacidad de generar excedentes que puedan ser
reinvertidos en el proceso y, de esta forma, asegurar un crecimiento
permanente del ingreso nacional. Estos excedentes se generarán y, lo que
es más importante, se reinvertirán siempre que exista una motivación
por parte de los individuos para el ahorro, la inversión y la
innovación. Ahora bien, ¿de qué depende dicha motivación? Aquí nos
encontramos con la parte ideológica del modelo (o quizás antropológica),
ya que dicha motivación depende de la percepción que tengan los
individuos de poder obtener un beneficio económico personal que, a su
vez, está directamente relacionada con la capacidad de asegurarse la
propiedad de los resultados de su ahorro/innovación.
Por tanto, aunque formalmente el
modelo de crecimiento económico no es más que una construcción
teórico-científica, lo que subyace al mismo es una determinada
concepción del ser humano que aparece en la mayoría de los modelos
económicos. Lo que se conoce como el hommo economicus, un ser guiado exclusivamente por su interés personal y por la toma de decisiones racionales que le permitan mejorar su posición personal aunque sea a costa del beneficio colectivo.
Sería
muy extenso debatir aquí sobre esa visión del ser humano. Por ahora me
basta con aclarar que un modelo formalmente neutro no lo es tanto si
tenemos en cuenta que se basa en una concepción ideológica-antropológica
determinada. Lo que, a su vez, me permite enlazar con la otra pregunta
que me hacía al inicio de esta entrada: ¿por qué es tan importante para
una sociedad crecer en términos económicos?
Formalmente, el argumento que se
ofrece para defender el crecimiento económico también es neutral y de
fácil comprensión. Cuando una sociedad crece, dispone cada vez de más
recursos y, por tanto, los miembros de la misma podrán solucionar mejor
los problemas derivados de la escasez, consiguiéndose así la eliminación
de la pobreza y de todos los males asociados a dicha escasez. En
resumen, que si hay más, todos tocamos a más y, de esta forma, llegará
un día en que todos tengamos lo necesario.
Mr. Smith |
Aunque este argumento
puede ser válido, resulta paradójico que, a la vez que se defiende que
la base del crecimiento económico está en asegurar el beneficio
individual, se asegure así mismo que la búsqueda de ese beneficio
individual conduzca al beneficio colectivo. Aunque dicha paradoja no
existe para los múltiples seguidores de Adam Smith y su famosa mano invisible.
Sin entrar a comentar la
cuestionable mano del señor Smith, la idea de que el crecimiento
económico solucionará los problemas de escasez tiene una derivada
importante: la redistribución de la renta no es necesaria, ni eficiente.
No es necesaria porque, con el tiempo, todo el mundo accederá a unos
niveles admisibles. No es eficiente porque, en caso de que se produzca
dicha redistribución, se producirían conflictos sociales, por la
resistencia de los poderosos a distribuir sus beneficios, y, a la vez,
se estaría desincentivando el ahorro, la inversión y, en definitiva, el
componente egoísta que permite asegurar el beneficio social. A lo que se
suele añadir que si la riqueza de unos se distribuye terminaría
empobreciendo a todos, ya que los más ricos irían perdiendo un stock
acumulado que lo irían devorando los más pobres a lo largo del tiempo.
Existen múltiples modelos que
justifican la benevolencia del crecimiento económico frente a la
redistribución de la renta, y viceversa. Pero, de nuevo, en la base de
unos y otros, encontramos una determinada concepción del ser humano.
Para aquellos que defienden una visión del hombre como un competidor
egoísta que sólo busca su propio beneficio, los modelos de crecimiento
se ajustan a la perfección. Por contra, para aquellos que tienen una
visión del ser humano como colaborador altruista, los modelos de
redistribución conducen siempre a mayores niveles de bienestar social e
individual.
Como conclusión, podemos decir
que el modelo de crecimiento económico no es más que una formulación
teórica, aparentemente neutral, que busca conseguir el mayor bienestar
social para un determinado sujeto: aquel que adopta decisiones
racionales que le permiten asegurarse un mayor bienestar individual aún a
costa del bienestar de los otros. Y, si atendemos a los resultados que
ha producido este modelo en los últimos 30 o 40 años, podemos decir que
el modelo funciona ya que la acumulación del ingreso y la riqueza de los
más ricos no ha parado de crecer en este periodo a costa de crear las
mayores tasas de desigualdad conocidas en la historia. Por ahora basta
por incitar a la reflexión individual sobre qué clase de persona eres y
cuales son tus motivaciones. De esta forma, querido lector, podrás saber
con claridad si el modelo de crecimiento económico es el tuyo o no y, a
la vez, según como veas a tus semejantes, podrás enjuiciar mejor sus
beneficios para el conjunto de la sociedad.
Luis A. Bermejo.
Economista y miembro de Attac Murcia
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