En los últimos días, los bancos están en el centro del debate
público. Desde las escandalosas ayudas a Bankia, pasando por el rescate
europeo a los bancos españoles, hasta la posible liquidación de ciertas
cajas en proceso de transformación en bancos, la actualidad económica
gira en torno a los bancos, su situación y su posible evolución a corto y
medio plazo.
El interés que despierta la evolución de los bancos
en la ciudadanía se puede deber a dos motivos muy diferentes entre sí.
El primero de ellos sería la indignación por el coste que para el
conjunto de los ciudadanos van a tener todas las ayudas que, en forma de
préstamo o en forma de capital, van a recibir las entidades
financieras. El segundo motivo sería la preocupación por el dinero que
cada cual tiene depositado en las entidades financieras.
El coste
neto de las ayudas que los bancos españoles han recibido desde el inicio
de la crisis se estima que asciende a un 2,1% del PIB, es decir, unos
210.000 millones de euros. A esta cantidad habrá que añadirle el coste
del rescate europeo que, en forma de préstamo al Reino de España, podría
ascender hasta 100.000 millones de euros, aproximadamente un 1% del
PIB.
Dado que los términos de esta nueva ayuda aún no han sido
precisados y que tampoco se conoce con certeza la forma en que el dinero
llegará a las entidades financieras (préstamos o capital), no se puede
estimar todavía cuál será el coste final del mismo. Pero lo que sí se
puede afirmar sin errores que este proceso de rescate a la banca no va a
resultar gratis a la ciudadanía y que, por tanto, vía aumento de
impuestos o vía reducción del gasto público, todos pagaremos por él.
Que
los ciudadanos paguemos con menores derechos sociales o con mayores
impuestos los problemas financieros de la banca sería inaceptable para
cualquier sociedad si no existiera el segundo motivo de preocupación que
comentaba anteriormente.
Esto es, el miedo a perder el dinero
que cada cual tenga depositado en su correspondiente entidad financiera.
Este miedo no deja de ser infundado y, a la vez, interesado. Infundado,
porque existe un mecanismo, el Fondo de Garantía de Depósitos, que
asegura el saldo depositado en los bancos con hasta 100.000 euros por
depositario y entidad, lo cual supone una cantidad muy superior al saldo
promedio que la mayoría de los ciudadanos mantienen actualmente en los
bancos. Interesado, porque mientras se mantenga el miedo a perder el
dinero propio la mayoría de la población estará dispuesta a asumir el
coste del rescate a los bancos como un mal necesario.
En esta
combinación de indignación y miedo, de momento prevalece el miedo y la
situación seguirá así mientras no se asuma lo que ese miedo esconde.
Esto es, el hecho de que la mayoría de la población acepta un mal
colectivo (recortes sociales y subidas de impuestos) como medio para
obtener un pequeño beneficio personal (asegurar el saldo en la cuenta
corriente).
Es este nivel, el de las acciones individuales, el que
sostiene el entramado de las construcciones colectivas.
Está bien y,
sin duda, es necesario mostrar la indignación por las acciones de
políticos y banqueros, entre otros. Pero son necesarios movimientos
individuales cuando no se está de acuerdo con el estado de las cosas. En
el caso de los bancos y sus ayudas, la protesta es una opción, pero
vivir sin bancos también lo es y, cuando esto resulta imposible, optar
por la banca ética o promover la existencia de una banca pública son
también opciones a considerar. Aunque todo ello no dejan de ser pequeños
movimientos superficiales.
El gran terremoto sería estar
dispuesto a asumir algún mal individual en favor del beneficio
colectivo, pero ¿estaríamos dispuestos?
Luis A. Bermejo. Economista y miembro de Attac Murcia
La Opinión de Murcia
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